Apenas cinco meses después de salir de la bancarrota, Spirit Airlines vuelve a encender las alarmas: la compañía advierte que podría dejar de operar en los próximos 12 meses si no consigue, con urgencia, una fuerte inyección de capital.
En su más reciente informe, la aerolínea reconoció que la demanda de viajes de ocio dentro de Estados Unidos ha caído y que la feroz competencia está dificultando cumplir las metas financieras que había prometido tras su reestructuración. La dirección admitió tener “serias dudas” sobre su capacidad para mantenerse en el aire sin nuevos fondos, especialmente ante la incertidumbre de que sus medidas de reducción de costos funcionen y las negociaciones con acreedores sean exitosas.
El escenario es delicado: si no logra asegurar liquidez adicional, Spirit podría incumplir sus préstamos y verse obligada a vender activos estratégicos, como aviones, puertas de embarque y propiedades. Incluso podría tener que entregar más garantías a su socio de procesamiento de tarjetas de crédito para conservar ese contrato.
Fundada en Florida y reconocida por sus aviones amarillos y tarifas ultra bajas, Spirit ha atravesado un periodo turbulento. En noviembre pasado, se convirtió en la primera gran aerolínea estadounidense desde 2011 en acogerse al Capítulo 11 de quiebras. La caída fue resultado de años de pérdidas, un intento fallido de compra por parte de JetBlue, el cambio de los pasajeros hacia servicios más premium y un retiro masivo de motores que dejó parte de su flota en tierra. La pandemia, las interrupciones en la cadena de suministro y el elevado endeudamiento agravaron el golpe.
Tras rechazar una fusión con Frontier Airlines en febrero, Spirit completó en marzo su reestructuración: eliminó unos 795 millones de dólares en deuda, recibió $350 millones en capital fresco y obtuvo una línea de crédito de $275 millones. Sin embargo, el plan de recuperación tropezó pronto. El entonces CEO, Ted Christie—quien acumuló más de 4 millones de dólares en bonos en 2024 y un pago de separación de 1.5 millones— dejó el cargo en abril, siendo reemplazado por Dave Davis, exdirectivo de Sun Country Airlines.
La situación financiera siguió deteriorándose: en junio, Spirit reportó una pérdida neta de $143 millones en el primer trimestre y en su último balance, publicado en agosto, registró un rojo aún mayor de 245,8 millones para el segundo trimestre. Para ahorrar efectivo, anunció el furlough (suspensión temporal) de 270 pilotos y la reasignación de otros 140, al mismo tiempo que promocionaba nuevas rutas a Key West y las Islas Caimán para intentar levantarla demanda.
Pero la tormenta no amaina. El exceso de capacidad en el mercado doméstico mantiene los precios de los boletos bajos, mientras los costos operativos —incluyendo combustible y tarifas— siguen subiendo. Y aunque algunos competidores compensan la debilidad del mercado interno con vuelos internacionales, Spirit sigue dependiendo en gran medida de rutas cortas de ocio, lo que la deja especialmente vulnerable cuando el turismo vacacional se enfría.
Hoy, el futuro de Spirit Airlines pende de un hilo. Sin capital fresco, la aerolínea que se hizo famosa por sus precios bajos podría desaparecer de los cielos estadounidenses antes de que termine el próximo año.
Fuente adicional: New York Post
